Venus no quería casarse con un cojo, pero lo hizo de todas formas. Venus nunca enseñó ningún aprecio para Vulcano. A ella le llamaba la atención Marte, el dios de la guerra. Venus y Marte empezaron a quedar en secreto. Marte le dijo a su guardia más confiado, Alectrión, para que les avisase si alguien venía, especialmente si estaba a punto de amanecer, para que Apolo no les vea desde su carro del Sol. Todo iba perfectamente, hasta que un día, cuando Alectrión se quedó dormido tan profundamente que no se dió cuenta cuando Aurora abrió las puertas del este y Apolo salió en su carruaje y los vió. Apolo avisó inmediatamente a Vulcano. Este cogió una red enorme de acero y pilló a los amantes en cuestión. Después, llamó a todos los habitantes del Olimpo para que fueran a verlos. Las diosas no vinieron por vergüenza.
Cuando los dioses se empezaron a reír, Júpiter castigó a Vulcano por hacer público un acto tan vulgar.
Marte, furioso con su guardia, Alectrión, lo convirtió en el primer gallo, condenado para toda eternidad a avisar por la salida del Sol cada día sin falta.
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