Al parecer, y previo al combate, se había producido un sitio de cuarenta días de los filisteos contra los israelitas, durante los cuales el gigante Goliat –posiblemente un guerrero mercenario procedente de la ciudad de Gat- no había dejado de burlarse y desafiar a un aterrorizado ejército israelita.
Goliat medía 2,90 metros de altura, llevaba una armadura que pesaba más de cincuenta kilos. Simplemente su espada pesaba más de seis kilos. Todo su cuerpo estaba cubierto de acero excepto su frente. Ahí estaba su tendón de Aquiles, que le traería tan nefastas consecuencias.
Se cuenta que cada vez que el filisteo entraba en combate precisaba la ayuda de un escudero que le daba la mano y le acercaba al campo de batalla, en donde Goliat buscaba invariablemente el cuerpo a cuerpo. No parece que estos detalles fueran un capricho del gigante, sino que obedeciesen a un problema visual.
El improvisado adversario del gigante fue David, un joven pastorcillo israelita de la tribu de Judá, que más tarde se convertiría en rey. A diferencia de Goliat era ágil y veloz, y tan sólo disponía de un trozo de tela y una cuerda, que a modo de honda le permitía lanzar piedras a gran distancia. Cuando se enfrentó con el filisteo, el gigante no paraba de gritarle que dejara de moverse y que se acercara más, lo cual trataba de evitar David por todos los medios.
Cuenta la Biblia que, en contra de todo pronóstico la piedra de David impactó en la frente de Goliat, que se acabó desplomando; acto seguido el pastorcillo le cortó la cabeza con la espada del filisteo.
El equivalente a una bala del calibre 45
Los físicos han calculado que en un segundo se puede dar cinco vueltas a una honda de un radio de giro de unos sesenta centímetros. Las piedras que se pueden colocar en una honda de este tamaño no suelen exceder los veinte gramos. Si David hubiese lanzado a una distancia de unos treinta y cinco metros la piedra habría impactado a una velocidad de 34 m/seg, lo suficiente para perforar el cráneo de una persona. Este impacto es equivalente a una bala del calibre cuarenta y cinco.
Analicemos ahora los detalles clínicos del gigante Goliat. Su elevada estatura se debía, sin ningún tipo de dudas, a un exceso de la hormona de crecimiento, la cual se produce a nivel de la glándula hipófisis. Las causas pueden deberse a una hipertrofia o a un tumor (adenoma). Anatómicamente esta glándula está en vecindad anatómica con el quiasma óptico, el lugar por donde pasan las fibras que llevan la información visual desde los ojos hasta el cerebro.
El crecimiento anómalo y desproporcionado de la glándula hipófisis puede comprimir estas fibras nerviosas provocando trastornos de la visión, como los que tenía el gigante Goliat y que le obligaban a ser acompañado por un escudero y permanecer inmóvil en el campo de batalla esperando que su contrincante se aproximase. Esa quietud propició que fuese una presa fácil para el joven David, de otra forma habría resultado complicado acertar con la honda.
Transitar por la bisagra entre la ciencia y la historia permite descubrir puntos tangenciales entre ambas disciplinas. En este caso hace sospechar que quizás, sólo quizás, la hazaña de David consistió en vencer a un minusválido filisteo
No hay comentarios:
Publicar un comentario