lunes, 3 de junio de 2019

El Regreso de Beethoven

Fue ayer, el momento que cambió toda mi vida. Bueno al
menos la que no había ocurrido aún, la que ya había pasado
no se puede cambiar a menos que se pueda viajar en el
tiempo, pero ya me pilláis, ¿verdad? Vale, pues,
¡ALLÁ VAMOS!


Ok, empezamos por lo básico. Los personajes somos mi
amiga Laura y yo. (Yo me llamo Andrea.)
Laura  tenía el pelo largo, liso y negro, los ojos grises como
si hubiera dos tormentas intentando escapar, es alta y delgada
y tiene una nariz puntiaguda. Es muy amable, se le dan muy
bien la tecnología y quiere ser veterinaria de mayor. Nosotras
dos hemos sido muy amigas desde que íbamos a la guardería.
Yo tenía el pelo moreno, corto.. Mis ojos son del color de las
almendras. Soy alta y de, digamos “anchura”  normal tirando
a delgada. Soy tierna, aventurera y me encanta la música clásica. Quiero ser bióloga de mayor.


Ahora vamos a empezar con la historia.
Estábamos Laura y yo caminando por un valle de los Pirineos (vivíamos en Benasque) como cualquier otro sábado por la mañana. Estábamos observando la flora y la fauna, cuando de repente, del suelo sale un zombi, y no  cualquier zombi… Y no, no es Frankenstein, ¡era el zombi de Beethoven!
                                             


Sí, era el que te he apuntado con la flecha con subrayado
verde, el que tiene el pelo sin peinar, sólo que en vez de en
dibujos animados para niños pequeños, imagináoslo como
sería en vida real. Sí, ya lo sé da mucho asco, pero la vida es
así. ¿A que no adivináis lo primero que se me ocurrió no era
correr y gritar como una persona normal, sino que le hablé y
le dije:
-” ¿Me puedes firmar el disco, por favor?”
Fue entonces cuando se me ocurrió que no tenía ningún
disco de Beethoven, ni ningún bolígrafo y también que
Beethoven era sordo y que era Alemán y que era un zombi.
Ahora se me ocurrió gritar y correr, pero estaba tan paralizada
, no de miedo, sino de shock, que me quedé mirándolo como
si fuera tonta. Laura, por supuesto se estaba cagando de miedo dando vueltas corriendo como si hubiera visto un fantasma (en realidad un zombi) y gritando que los ciervos, conejos y hasta los osos se le quedaron mirando tipo “¿Qué hace esta pirada? Meh, voy a seguir con mis cosas”.
Después de un buen rato de, digamos, confusiones, por fin
recuperamos el sentido y decidimos llevárnoslo a casa para
cuidar de él, bueno, su cadáver resucitado, que es, la verdad,
bastante horripilante. Al cabo de unos meses, Laura y yo
habíamos aprendido el lenguaje de manos Alemán antiguo
para comunicarnos con él. Compartimos muchas cosas, entre
ellas, momentos especiales, canciones, conocimiento moderno
, sinfonías etc.
Un día como cualquier otro, de repente se sintió mal.
No me refiero que vomitó o cosas así. Nos comunicó con las
manos un mensaje:
-”Hay que volver al principio”.
En seguida lo adivinamos. Tenía que volver a su tumba.
Lo acompañamos de vuelta a donde nos lo habíamos
encontrado hace 5 meses. Después de varios discursos
manuales (je, je, je) y varios pañuelos y sollozos sin lágrimas
ni mocos (se le habían descompuesto sus glándulas para
llorar y ya os imagináis porque no tenía mocos.
Lo devolvimos a su tumba y lo reenterramos.
Sabíamos muy bien que él siempre seguiría en nuestros
corazones, y nosotras siempre en su bastante-expirado-
también-medio-descompuesto corazón.

FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario